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¿Y luego de las elecciones? La economía desde 2020

El Economista dialogó con Ramón Frediani para examinar el escenario de 2020 y más allá

25 julio de 2019

El largavista llega hasta el 22 de noviembre, con suerte. Es la fecha del balotaje, si es que lo hay. Nadie parece mirar más allá de la elección. No es conveniente o, cuanto menos, cortoplacista. La vida sigue más allá y las grandes cuestiones nacionales no serán fáciles de saldar.

El Economista dialogó con Ramón Frediani para examinar el escenario. “Quien gane, encontrará un panorama no muy distinto al actual y enfrentará un 2020 difícil de administrar. Es cierto que todo nuevo Gobierno despierta en sus primeros cien días un clima de expectativas optimistas y renovada esperanza, pero ello terminará en marzo del 2020, cuando el receso estival finaliza y el país todo vuelve a la realidad. Reclamos, paritarias, reajustes de tarifas, etcétera”, dice. Antes, aclara: “Otro desafío en el 2020 y años siguientes será la grieta de fuerzas en el Congreso que impedirá aprobar leyes para concretar las numerosas reformas estructurales que faltan para aumentar la eficiencia y productividad del Estado y del sector privado”.

Más allá de alguna tregua inicial, el reloj de arena correrá. “Además de agotarse los auxilios del FMI como nuestro prestamista de última instancia (el último desembolso sería en marzo de 2020), las prioridades serán el rescate de las Leliq, que para ese entonces estarán en $1,5 billón, una bomba de tiempo a desactivar, como en su momento se hizo con los contratos a futuro de (Alejandro) Vanoli y luego con las Lebac. Será la única vía para que las tasas de interés bancarias vuelvan a niveles normales y permitan nuevamente poner en marcha la economía y superar la estanflación, fenómeno que por inercia continuaría al menos por un par de años pues no es probable que la inflación en el 2020 sea inferior al 30% y no menor al 20% en los años siguientes. Adicionalmente, habrá que rescatar o renovar la totalidad de las Letes, y seguir cumpliendo con vencimientos de deuda soberana nacional y provinciales”, dice Frediani.

A la hora de hablar de crecimiento (aquel tesoro extraviado), Frediani dice: “Sólo habrá reactivación, que es un escalón más modesto y discreto. La economía proseguirá un tiempo más en terapia intensiva. Lo dice la historia. Las caídas significativas requieren años para superarse. En el mejor de los casos y haciendo bien todos los deberes, habrá 3% anual promedio durante esa gestión que, tras descontar el 1% de crecimiento demográfico, bajaría a una expansión del PIB de 2% anual per cápita. Todavía insuficiente para hablar de 'crecimiento'”.

¿Hay plata? Es difícil que Argentina pueda pronto volver a Wall Street a colocar nuevos bonos soberanos a mediano plazo, dice Frediani, “pues habría que hacerlo a tasas inviables de entre 9% y 10%, calificadas por la comunidad financiera como tasas de predefault”.

Además de armar una pelota de intereses, “daría una imagen lastimosa de país desesperado y mendigante”. Aquí, intriduce una distinción interesante: “La comunidad política internacional nos ve con simpatía, pero la comunidad financiera internacional nos observa de reojo y con recelo”. Además, proyecta que la demanda de dólares superará la oferta durante un tiempo más “porque, sin financiamiento externo y exportaciones congeladas desde hace una década, en el 2020 sólo existirán las reservas del BCRA para apagar eventuales incendios”.

La renegociación con el FMI es un hecho, dice Frediani. Luego, se verán las condiciones y cuanto cede cada parte. Lo esperable, en base a otras experiencias similares, es que el organismo ofrezca un cronograma de devoluciones más amigable y el país mantenga su corset macroeconómico férreo. Finalmente, políticas de Estado (ironía).

Para terminar en una nota más alegre, Frediani dice que hay luz al final del túnel. “Terminada la gestión en 2023, tal vez la última de una larga saga de frustraciones y desencantos, vendrá la del 20242027. Allí, Vaca Muerta, más el litio del noroeste, estarán exportando alrededor de U$S 35.000 millones anuales y si ello es bien administrado, con eficiencia y honestidad, y crucemos los dedos para que así sea, comenzaría por fin el tan anhelado largo período de crecimiento genuino para Argentina”.

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