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El Mercosur y los nuevos mandos en la Unión Europea

Ursula von der Leyen fue la primera mujer devenida en ministro de Defensa de su país y, cuando todavía despachaba en ese puesto, recibió el endoso del Parlamento Europeo para ejercer la presidencia de la Comisión de la UE. ¿Cómo piensa la nueva mujer fuerte de Europa?

23 julio de 2019

Por Jorge Riaboi Diplomático y periodista

Aunque la médica alemana Ursula von der Leyen es una política de la Democracia Cristiana que desde joven adquirió el hábito de mandar y procrear (siete hijos), esos atributos sólo explican por qué protagonizó una carrera muy exclusiva, no sus puntos de vista. Fue la primera mujer devenida en Ministro de Defensa de su país (nada menos que del gabinete de Angela Merkel) y, cuando todavía despachaba en ese puesto, fue la primera mujer que recibió el endoso del Parlamento de esa región, si bien por una exigua ventaja de nueve representantes, para ejercer la presidencia de la Comisión de la Unión Europea (UE), responsabilidad que asumirá el 1/11/2019. Estos y otros episodios indican que el preacuerdo de tinte político sin valor legal imaginable aprobado el 29/6/2019 (ver los disclaimers de nuestra Cancillería y de la Comisionada de Comercio de la UE), sólo útil como término de referencia para redactar los borradores del acuerdo birregional de libre-comercio (ACL) y sus concesiones de acceso a los mercados y otros rubros pactados durante el largo proceso de negociación UE-Mercosur, será objeto de por lo menos un parcial seguimiento por cuadros que no estuvieron encima de tan larguísima partida de ajedrez.

Huelga decir que von der Leyen llegará a su nuevo puesto con el claro sostén de fuerzas estratégicas de casi todos los colores, inclusive de las franjas políticas más conservadoras. Al mismo tiempo, en Estrasburgo, el Comité de Comercio (clave en el proceso de ratificación), que procesará el eventual acuerdo EU-Mercosur, sigue presidido por el alemán Bernd Lange, quien dijo hasta el aburrimiento lo que piensa de estas negociaciones. Si se empleara el lenguaje del ex vicepresidente Cobos, se podría decir que tiene un enfoque “no positivo”, lo que sería un exceso ante el bajo nivel de ambición del aludido pre-acuerdo político.

El último sábado, el columnista especializado del Financial Times (FT) Lionel Barbier recordó, en una nota de sólo dos párrafos, que von der Lieyen comandará el órgano de gobierno comunitario más omnipresente, en el que sin duda se deciden y gestionan sensibles áreas como la política comercial, lo que debería ser motivo de alerta especial para quienes tienen que armar el complejo ACL birregional. Más abajo se explica por qué.

Barbier recuerda que von der Leyen ocupará el mismo lugar que en los albores de la Europa integrada ejercieron figuras tan épicas y referenciales como Jacques Delors, uno de los grandes constructores del ideario de la ex Comunidad Económica Europea (CEE), actualmente transformada en la UE. A ello cabría acotar que la presente y gigantesca entidad de 28 países, quizás en semanas de sólo 27 países, le impone a la líder de la Comisión la clase de responsabilidad que no prevalecía en la entonces bonachona y patriarcal (es una manera de decir) CEE de los Doce o los Quince que existió hasta fines del Siglo XX. De modo que el cauto optimismo sobre la nueva figura que deslizó el columnista del FT sobre la dirigente alemana, es una nota bastante elevada. La realidad nos dirá si se justifica.

Al recibir, un par de días antes de la designación von der Leyen (nadie sabía si iba a pasar con éxito la votación parlamentaria), un impecable folleto de unas veinte páginas de texto con prosa de gran claridad, y en el que cobraron vida sus pautas políticas, se advierte que tanto en los cinco años de su mandato, como en los primeros cien días de gestión, su enfoque mira con gran intensidad, mucho más de lo esperado en dirección del ombligo regional. Es un material preciso, excelente pero bastante polémico que busca calmar a los lobbies domésticos. Por esa circunstancia puedo adelantar, a mis pacientes lectores, que el Mercosur al igual que otros notorios proyectos, no figuran en su contenido.

Aunque los enfoques de sus pautas de conducción se restringen al desarrollo de seis capítulos centrales, parece indispensable puntualizar la agenda implícita y, dentro de ella, reflexionar un poquito acerca de dónde podríamos quedar parados. Esos temas asignan prioridad a I) el Acuerdo Europeo de naturaleza ambiental y climático (el Green Deal); II) una Economía que resulte apropiada y compatible con los intereses de la gente; III) Una Europa consistente y preparada para la economía digital (y la inteligencia artificial); IV) la Protección del Estilo de Vida Europeo; V) una Europa más fuerte en el mundo y VI) un nuevo impulso a la democracia europea.

La futura Presidente no sólo pisó el acelerador a fondo al proponer una revolución verde, sino también al sostener su intención de exportarla al resto del mundo, sin afectar el estilo de vida europeo, lo que supone hacer una gran tortilla con la pretensión de no romper un sólo huevo. En algunos casos sugiere actuar por opciones muy parecidas a un ultimátum, sin que ello suponga licuar o menoscabar los ajustes en el territorio de la UE.

En materia de Cambio Climático el esquema apunta a reducir, entre 2030 y 2050 del 30% al 50% las emisiones contaminantes de la UE (según venga el escenario), llevando a cero la creación neta de emisiones en 2050 y la total eliminación a partir de la mitad del Siglo. El programa incluye un subprograma “de la granja al tenedor” (farm to fork program), destinado a brindar apoyo a los agricultores (sírvase leer “subsidios” estimado lector) para producir alimentos sostenibles en toda la cadena. ¿Se entiende ahora porque la milonga ambientalista, climática, defensora de los estándares laborales y de los derechos del niño arrastra ciertas explicaciones no dirigidas al club verde sino al gran club proteccionista?

Al mismo tiempo, y como si hubiera hecho suyo el texto de Laudato Sí, la encíclica del papa Francisco (quizás hubo algún conciliábulo de ideas), las pautas hablan sin rodeos de modificar de cuajo los métodos de producción, comercio, consumo y el concepto de economía circular de los bienes y servicios para lograr su aprovechamiento integral y sacar de la tierra, el aire y los mares los residuos contaminantes, como, por ejemplo, limpiar de plástico los océanos y otros objetivos similares. Aunque lo que dice von der Lieyen es lógico y sabido, como sucede con la noción de pedir que el ajuste cuente con el simultáneo compromiso de las naciones y territorios aduaneros que forman la masa crítica de la contaminación mundial, las naciones y territorios que no deseen sumarse al ajuste, atraerán algún flujo de inversiones y promoverán exportaciones más competitivas. Este fue uno de los nudos centrales que no pudo desatar el Acuerdo de París sobre Cambio Climático.

Para los hacedores de política económica, el texto anticipa la voluntad de preservar el Esquema europeo de Comercio de Emisiones (ETS en su sigla inglesa), el que hasta ahora no fue muy exitoso, y la intención de aplicar un impuesto transversal a la emisión de carbono, el que espera habrá de generalizarse a nivel internacional al suponer que su empleo será consistente con las reglas de la OMC. Aunque el tema ya fue discutido en esa Organización, uno le aconsejaría que primero haga un ejercicio profesional de actualización de conceptos con todas las letras y después formalice su propuesta. La otra sugerencia no solicitada, es que Bruselas estudie el caso de los chalecos amarillos franceses.

Al ojear el capítulo vinculado con la política comercial, se observa que von der Leyen indica su decisión de preservar el multilateralismo como DNA de Europa y por lo tanto sugiere apoyar y actualizar la actual versión de la OMC, que es un orden basado en la regla de ley, un principio horizontal y vertical de la UE. Lo que la gente de Bruselas oculta hace rato es hasta donde quiere llegar con la liberalización del comercio agrícola. Se señala esto porque el Euro-Parlamento con el que la neo Presidente intenta colaborar, al punto de no aprobar ningún acuerdo con cláusula de aplicación provisoria sin el previo consentimiento de ese órgano legislativo, parece no saber que en éste hay un proyecto de resolución destinado a replantear y en los hechos deshacer el Acuerdo sobre Agricultura de la OMC, empezando por revisar y desconocer los dos acuerdos bilaterales con Estados Unidos que lo hicieron posible (los Blair House Agreements). Dado que el comercio de la UE da origen al 30% de su PIB y a unos 36 millones de puestos de trabajo, no sería superfluo hacer una aclaración sobre el asuntito de la agricultura antes de seguir adelante.

Las pautas indican que von der Leyen propone finalizar las negociaciones en marcha sobre Acuerdos de Libre-Comercio con Australia y Nueva Zelanda, “sólo si se alcanzan las condiciones correctas”. Y si bien ello suena bien, nadie sabe qué quiso decir. La síntesis también menciona que desea asociarse con Washington en base a una fuerte relación, que haga pie en un intercambio balanceado, mutuamente beneficioso y en un contexto de cooperativo (mi amigo Donald Trump no lo hubiera dicho con lenguaje mercantilista más apropiado). Con Africa, von der Leyen únicamente propone definir una estrategia. En suma, su texto no menciona la renegociación del Acuerdo con Chile, el procesamiento del Acuerdo birregional con el Mercosur o hacia que rincón marchan acuerdos como los gestionados con India y China.

En cambio, al hacer reiterado hincapié en insertar un capítulo sobre desarrollo sostenible, los estándares ambientales y climáticos, las labores y el trabajo infantil en cada ACL a suscribir, quedan flotando muchas dudas sobre el papel que cumplen tales disciplinas en el reverdecido proteccionismo regulatorio. Cada una de estas menciones, tiene singulares implicancias económicas y comerciales que afectan a la localización de inversiones y a las corrientes de comercio. Quizás por ello valdría la pena recibir otro folleto, esta vez detallado para Gente Como Uno (GCU).

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